Hace unos días, hacia una
añoranza sobre una paradójica anécdota que tuve hace algunos años atrás. Resulta
que caminaba rumbo a casa en uno de esos días primaverales en noviembre, (gélidos
e inesperados) y caminaba cerca de un mercado, rumbo a la chamba y a medida que
me acercaba, observaba a una gran multitud de personas.
Me llamo poderosamente la atención
aquel aglomeramiento, me acerque más y
resulto que eran un par de vendedores que ofrecían a degustar a las personas
una especie de queques, en tajadas. Alcance a probar un pequeño bocado. ¡Me
encanto!. Pero estaba apurado y me quede con las ganas de degustarlo más. La verdad es que me quede con el bichito de
saber más del bendito bocado.
Así que en los 3 días siguientes
pase religiosamente por la misma calle y media hora antes, pensando encontrar
nuevamente a los vendedores con aquel delicioso bocado. Lamentablemente,
desaparecieron como por arte de magia y nunca más los vi a ver. Solamente encontré
a una persona que también había estado ayer y contraria a la dicha mía , si lo había
probado y en abundancia. Y me comento que aquel queque en rodajas, era en
realidad un paneton de hecho con harina de melón y relleno de frutillas.
Había escuchado del clásico paneton hecho de harina de trigo, el
que comemos todas las navidades, el de harina de papa, y últimamente el de
yacon y quinua (sacando la cara por el Perú),
pero de melón, no había visto ni en
pelea de perros. Pero el deseo de querer algo, a veces te impulsa a hacer cosas
y poco frecuentes e inesperadas desde todo punto de vista.
Soy hidalgo en reconocer que,
antes de aquella anécdota, nunca se me había pasado por la cabeza
preparar un panetón. No por el hecho de pensar que fuera muy complicado, ni porque tampoco
fuera "una de esas cosas que es mejor comprar ya hechas", sino porque
simplemente nunca se me ocurrió. Pero esta vez el hecho de volver a probar dicho
bocado, me daba el impulso a hacerlo. Además cocinar es una de mis debilidades.
Como, cuando y donde, lo hice o
intente hacer es una larga historia. Solo les puedo comentar que resulto un
chancay de a 20, comparando con lo que comí aquel día primaveral de noviembre.
Aquella tarde gélida donde deguste sin saberlo, aquel paneton de melón.
Cosas de la vida
Mauricio