Honestamente, quería hacer un
retorno a mi vida bloguera, de la manera más súbita, espontánea y coyuntural posible. Debo admitir que las responsabilidades
académicas, también tuvieron mucho que ver al escribir este artículo. Sin embargo,qué
mejor que tocar un tema sobre algo tan
sabroso, deleitable e incitante a la
gula, como es el tradicional paneton.
Como no acordarme, del primer
paneton que comí, fue a los 5 años, me acuerdo que fue un Biscotti en bolsa, (que
yace en los cementerios de los panetones actualmente). De esos que le regalaban a mi padre en esas “canastas
navideñas” en su trabajo, que particularmente creo yo deberían llamarse bolsas,
porque de canastas no tienen absolutamente nada.
Como no acordarme, de aquellas
primitivas propagandas de los 80s, como aquel bigotón que decía “Il veéero
panettoóone italiaáano” , el inolvidable “Cuanta pasa, cuanta fruta” o el del paneton
Rovegno, de Don Angelo, que dicho sea de paso, aprovecho la popularidad de su
paneton, para incursionar en la política (cualquier parecido con la actualidad
es mera coincidencia).
Como no acordarme, cuando antes solo existían panetones contados con los
dedos. Ahora existen hasta por gusto, en todos los tamaños, colores y sabores. Cuando
era un lujo tener un paneton en caja. Cuando por tradición las personas utilizaban
la caja vacía para ponerle al muñeco que se quemaba en año nuevo.
Sin embargo, veo hoy en día con cierta
estupefacción y desconcierto, que algunas personas anti tradición, no valoran los momentos felices y unión familiar,
de las tradiciones navideñas. ¡Qué ironía¡¡¡. No voy a poner a juzgar si el
origen del paneton es italiano, o el pavo es costumbre “gringa”. El paneton y
toda la cultura tradicional que conlleva, son parte de mi vida, de mis recuerdos,
de aquellos años maravillosos de mi chiquititud. Con razón dicen que todo
tiempo pasado fue mejor.
El resto es historia conocida.
Mauricio. H.